Corría el año 1984 (añada excelente para un Rioja, por cierto), cuando me hallaba enfrascado en las clases de inglés de la Escuela Oficial de Idiomas. Aquella experiencia era distinta a todo lo que había vivido hasta el momento porque dentro de esas aulas había un muy variopinto elenco de estudiantes. Desde una antigua profesora mía de EGB, que rondaba los 70, hasta niños de 14. Recuerdo a un señor muy serio y malhumorado, tartamudo él, que reparaba lavadoras, a una chica jovencita con ojos azules, poca carne en sus huesos y una pronunciada curvatura hacia adelante en su espalda, un par de chicos con apariencia hippie y luego estaba él. Mi amigo Jesús.
Mi amigo Jesús, era una persona entrañable. Rondaba los 48/50 años, educadísimo y muy correcto; extremadamente amable y participativo con todos, aunque para mí era un poco lento en sus acciones y sus aprendizajes (cosas de la edad, pensaba yo, que contaba entonces con 20 años). Recuerdo que nos cogimos un afecto muy especial. Siempre charlábamos un rato antes de entrar a clase, preguntándome por todo lo imaginable (o casi), aunque con simpatía y cordialidad. El iba siempre vestido de la misma forma. Pantalón vaquero, chaqueta también vaquera, camisa blanca…vaquera y botas camperas “made in Valverde del Camino”. Todos pensábamos que era osado y valiente por llevar esta indumentaria. Al fin y al cabo era un señor algo mayor para vestir así. Yo me daba cuenta de que, al principio, el resto de estudiantes que pasaban por su lado, lo miraban con extrañeza (¿Qué hará este vejestorio con esa indumentaria? –pensaría más de uno-) Poco a poco se fue ganando el respeto y cariño de alumnos y profesores hasta convertirse en una institución dentro la Escuela. Su gran problema radicaba en que no era capaz de asimilar y, sobre todo, separar los tres idiomas que estudiaba (Inglés, Frances y Alemán) por lo que, a pesar de su tremendo esfuerzo, no lograba superar los cursos. Eso sí inventó un nuevo idioma el Alefranglés.
Un par de años después le perdí la pista, pero aún hoy, en algunas ocasiones aparece mi amigo Jesús en mis pensamientos y lo hace por varias razones. Una de ellas porque me gustaría saber que fue de él después de aquella aventura. Otra razón es porque, veintiséis años después, aquella cazadora vaquera, esos pantalones tejanos, la camisa y esas botas camperas de Valverde del camino, las llevo yo (bueno, las mismas no, obviamente) y entonces me pregunto ¿Me habré convertido en el Jesús del año 2011? ¿También pensaran de mí lo mismo que de él hace ya muchos años? ¿Seré yo un tipo amable, participativo pero lento en mis acciones y aprendizajes (todo ello debido a la edad)? ¿Me tildarán de no llevar la indumentaria adecuada para la edad que voy teniendo?
Al final siempre saco la misma conclusión. Que distinto se ve todo según la perspectiva que elijas para observarlo.