Los domingos de nuestra infancia eran días de olor a crema de zapatos, con sabor a sol radiante y diferente al de los demás días (no llovía jamás en domingo). Teníamos en el armario una ropa especial para vestirnos en ese día festivo, la misma que luego guardaría nuestra madre con esmero para el siguiente domingo. Al fin y al cabo solo teníamos esa y había que cuidarla.
Y bajábamos a la calle refunfuñando porque íbamos a misa. Era misión obligatoria e ineludible el ir a misa cada domingo (y fiestas de guardar). Yo nunca escuchaba la homilía. En esos momentos, mi imaginación volaba para verme convertido en Orzowei, recordar los últimos brutos mecánicos destruidos por mi ídolo, Mazinger Z o pensar en las nuevas niñas rubias guapísimas que habían llegado al colegio.
Las prisas no existían en domingo. Tranquilamente realizaba mi excursión al kiosco porque Mortadelo y 13, rue del percebe nos esperaba con nuevas y desternillantes aventuras. El tacto del aquel papel era tan mágico que me pasaba toda la semana esperando ansioso el momento en el que caía en mis manos el tebeo dominical. Nada más abrir la portada, los personajes parecían salir de esas hojas para cobrar vida a mi lado. Yo me sentía uno más de ellos.
Con nuestra revista y una sonrisa de satisfacción en nuestro rostro, era el momento de que los padres tomaran una cerveza con caballitos. En esos tiempos todavía se podía ir a un bar a tomar el aperitivo sin que te vaciaran la cartera. El Bar Pina, a la entrada de Puente Tocinos, nos esperaba como cada semana. La Coca-cola en botella la cogíamos con ímpetu para irnos a la máquina de las bolas. Teníamos la obligación de superar el record que desde hacía unas semanas se nos resistía. Aún recuerdo como movíamos la maquinita para que no se nos colara la bola metálica (muchas veces hacíamos "falta" y se nos bloqueaba), pero el final siempre era el mismo. En unos pocos minutos nuestras esperanzas se habían desaparecido tan rápido como aquella bola de acero, pero la jornada seguía transcurriendo con su encanto especial.
Más tarde, regresábamos a casa a comer. El hacerlo fuera era ya un lujo inalcanzable para nosotros, pero no lo echábamos en falta porque no sabíamos que era eso de “comer fuera”. Abrías la puerta de tu casa y parecía distinta. No era la de los lunes ni los martes. El ambiente era otro, más acogedor y embriagante. Mientras estudiábamos para el día siguiente, comprobábamos que ese brillo fulgurante del sol se iba agazapando poco a poco para esperar su oportunidad el próximo domingo. Un halo de tristeza se iba apoderando de nosotros mientras veíamos el partido de futbol en nuestra tele en blanco y negro. Mañana será lunes, y el sol no brillará igual, ni oleremos a crema de zapatos…
Eran unos días distintos, especiales, con encanto y aunque físicamente no existan, seguirán estando vivos mientras formen parte de nuestra memoria y los recordemos con cariño. No dejemos que desaparezcan.
Gracias amigo Bastida por enseñarme el camino a esta reflexión.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEnhorabuena por esas palabras, nadie lo hubiese explicado mejor.
ResponderEliminarGracias a ti, por haber hecho que por unos minutos me sumerja en un domingo de aquellos. Un abrazo... BASTIDA...
Es un orgullo que me menciones en alguno de tus comentarios.... me quito el sombrero...
Has reflejado muy bien esa infancia de los nacidos en los 60,me he sentido reflejada en lo de los zapatos,los míos eran de charol negros,mi madre los guardaba en su correspondiente caja una vez terminada la jornada dominical.
ResponderEliminarRecuerdo que mi madre nos levantaba temprano,lo de levantarse tarde era de señoritos y en casa no lo éramos,después de tomar unas rebanadas de pan frito nos vestiamos y comenzaba el peregrinar a casa de mi tía Leo,mi tía Carmen y mi prima Julia,allí nos daban un duro que junto con el que me daban en casa daba para mucho,una vez terminada las visitas que duraban poco íbamos a misa,allí escuchar escuchabamos poco,pero eso si,estabamos muy calladitas no fuese que Encarna,la hermana de D.Gaspar nos llamase la atención,luego el aperitivo en casa y por la tarde al cine y poco más.
Gracias por compartir tus recuerdos y refrescarnos los nuestros.