lunes, 27 de diciembre de 2010

El 31 de diciembre... de cualquier año

Siempre que nos acercamos al final de año, me hago la misma pregunta. ¿Existe vida después del 31 de diciembre? Todos nos planteamos como meta el llegar a esa fecha con los deberes hechos. Los proyectos que nos hacemos tienen fecha de caducidad. "Hay que hacerlo antes de final de año", nos decimos constantemente. Es como si al atravesar ese día, nos fuésemos a precipitar a un inmenso abismo del cual no conocemos su profundidad. El día 1 de enero, visto desde la distancia, se nos antoja algo muy distinto a lo que tenemos. Empezaremos una dieta, nuevos proyectos de trabajo, haremos una colección de esas inútiles del kiosko (con k), incluso nos apuntaremos a un coro o a aprender a pintar al óleo. Todo eso será el día 1, no antes.

Pero cuando llega el momento y abrimos los ojos por la mañana, comprobamos que estamos en un día semejante al anterior. No ha habido cataclismos ni grandes cambios en nuestra vida. Seguimos siendo perezosos al levantarnos, no iremos a las clases de pintura ni de nuestra garganta saldrán gorgoritos en medio de la coral deseada hacía unos días tan solo.

Y entonces comprendemos que el tiempo es un invento de los humanos, que tan solo lo establecieron para poner un poco de orden en el caos mundial que nos rodeaba, pero nada más. Aún así, el año que viene volveremos a caer en la misma trampa. Pensaremos que detrás de ese 31 de diciembre estará de nuevo ese abismo inexistente y traicionero y nuestros proyectos volverán a nacer para morir con el salto de las campanadas.

Así somos los seres humanos. ¡Que le vamos a hacer!

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